Desconocemos también que algunas mujeres han ideado algunos mecanismos que han mejorado la seguridad de los vehículos

 

Diariamente cogemos nuestro coche y hacemos uso de los intermitentes de una forma mecánica, sin ser conscientes de esta acción. Sucede lo mismo cuando miramos por el retrovisor o al accionar el limpiaparabrisas. Todos estos elementos no estuvieron siempre en los vehículos, alguien los inventó para que su uso fuera mucho más sencillo, seguro y confortable.

 

Realmente, al principio se utilizaban los brazos para indicar la dirección que se iba a tomar y avisar al resto de conductores, pero la actriz Florence Lawrence, en 1914, empezó a aficionarse por el mundo del motor y vio que algunas cosas podrían ser mejoradas para que el tráfico fuera más seguro. Esta intérprete ideó la primera señal de giro automática, que se trataba de un dispositivo ubicado a ambos lados del coche que podía subirse o bajarse a través de pulsadores eléctricos. Además, también ideó la colocación de una señal de Stop en el guardabarros posterior que aparecía de manera automática cuando se presionaba el freno de pie, de manera que también fue la creadora de la primera señal automática de frenado.

 

Intermitente

 

No obstante, Florence Lawrence, que murió arruinada, no patentó ninguna de sus dos ideas, motivo por el cual los fabricantes empezaron a montarlos sin ningún tipo de problema.

 

Fue Edgar A. Walz Jr. quien evolucionó el brazo automático de Lawrence y patentó, en 1925, un dispositivo con dos flechas indicadoras que, además, se encendía. Posteriormente, y ya en la década posterior, Joseph Bell patentó las luces intermitentes, siendo la marca Buick, en 1939, quien empezó a instalarlas en sus modelos de manera estándar. No fue hasta los años 50 que el resto de marcas del mercado empezaron a incorporar los intermitentes anaranjados que hoy en día conocemos.

 

Sin embargo, antes del invento de Florence Lawrence ya hubo una iniciativa de la mano de Percy Douglas-Hamilton. En 1907 presentó una patente que estaba basada en unas manos que se colocarían a los dos lados del vehículo y se iluminarían para señalar el giro correspondiente, pero esta iniciativa no prosperó.

 

En Europa también hay datos de 1908, cuando el italiano Alfredo Barrachini añadió luces eléctricas a unos brazos, que se accionaban a través de un cable, colocados junto a las puertas delanteras. Se les dio el nombre de Trafficators y se inspiraron en las señales ferroviarias que se utilizaron también en los primeros semáforos. Fue en 1923 cuando dos inventores franceses, Gustave Deneef y Maurice Boisson, utilizaron un solenoide* lineal para iluminar los giros; en 1927, los alemanes Max Ruhl y Ernst Neuman lograron la combinación de la iluminación interna y el solenoide.

 

Retrovisor

 

Aquí es cuando aparece Dorothy Levitt, la primera mujer piloto ganadora de una competición que, en 1909, escribió el libro La mujer y el automóvil: un pequeño manual para todas las mujeres que compiten en automovilismo o desean hacerlo (The Woman and the Car: A chatty Little handbook for all women who motor or who want to motor). En él aconseja el uso de un espejo de mano mientras se conduce para poder mirar hacia atrás de vez en cuando durante el trayecto.

 

Pero para hablar del primer espejo retrovisor que se instaló como tal en un vehículo debemos retroceder hasta la primera edición de las 500 Millas de Indianápolis, en 1911. Durante esa celebración, Ray Harroun, piloto estadounidense y ganador de la carrera, añadió a su vehículo un espejo gracias al cual podía controlar la posición de sus rivales durante la competición, algo que en esos momentos únicamente hacía el mecánico que acompañaba al conductor. Pero en el vehículo que conducía Ray Harroun, un Marmon, únicamente había espacio para el piloto, así que tuvo que improvisar esta solución que constituyó la clave del éxito de la carrera.

 

Limpiaparabrisas

 

¿A quién se le ocurrió la idea de este dispositivo tan útil para una conducción confortable? Pues nuevamente fueron dos mujeres las que aparecen en la historia. Mary Anderson, en el invierno de 1903, durante un viaje en tranvía por Nueva York se dio cuenta que el conductor se detenía cada cierto tiempo para limpiar de agua y hielo el parabrisas. De esta forma, Mary Anderson empezó su trabajo con una lámina de goma incorporada a un brazo metálico con una conexión que posibilitaba que fuera accionada desde la cabina gracias a una palanca, evitando así que el conductor tuviera que salir a limpiar el vidrio.

 

Nadie hizo mucho caso a este invento porque la mente conservadora de esa época no aceptaba a una mujer inventora. A pesar de que la patente fue registrada, acabó expirando y su dueña no obtuvo ningún dólar de los fabricantes, incluido Henry Ford, que vio su utilidad y lo empezó a montar en sus Ford T.

 

Charlotte A. Bridgwood es la otra mujer implicada en la historia del limpiaparabrisas, una actriz de vodevil conocida con el nombre de Lotta Lawrence, madre de Florence Lawrece, la pionera del intermitente, que patentó un limpiaparabrisas que se accionaba a través de un motor, en 1917, y que limpiaba el lado exterior y el interior del vidrio. Ninguna de las dos, madre e hija, consiguió que sus inventos se explotaran convenientemente, lo mismo que le sucedió a Mary Anderson, el hecho de ser mujeres inventoras se topó con una sociedad que no era muy abierta a impulsar el talento femenino.

 

Avanzando en la historia del limpiaparabrisas, llegamos a 1969, año en el que aparece el primer sistema de limpiaparabrisas intermitente montado en un Ford. Robert Kearns, su creador, parece ser que quedó tuerto a causa de un accidente y no podía conducir bien cuando llovía, ese fue el motivo causante de su idea: que los limpiaparabrisas pararan durante un segundo, imitando al parpadeo del ojo humano.

 

A causa de esta invención, Robert Kearns se vio inmerso en uno de los litigios más largos de la historia al acusar a Ford y otros fabricantes de robarle su invento, tardando más de 20 años en que la justicia le diera la razón.

 

Claxon

 

En 1865 se incorporan las famosas bocinas (con forma de pequeña tuba y pera de goma que proporciona aire) en los automóviles a causa de la aprobación de una curiosa ley en el Reino Unido, The Locomotice Act, que obligaba a todos los automóviles, entre otras cosas, a circular precedidos de un hombre a pie que avisaba con una bandera roja, si era de día, y con una linterna, si era de noche. Rápidamente se dio la necesidad de realizar el aviso de una forma más práctica y más cercana al conductor, como es una bocina.

 

En 1900, Claude H. Foster, empresario y músico aficionado e inventor del primer amortiguador (el Snubber), ideó una forma de avisar al resto de vehículos con un sonido que estuviera por encima del ruido del tráfico, que en esos momentos ya empezaba a importunar; nació así la bocina mecánica que se basaba en su instrumento preferido y que fue llamada Gabriel Horn o bocina de Gabriel.

 

No obstante, gracias a este invento el ruido del tráfico se vio incrementado, pero se transformó en un elemento de seguridad activa del automóvil. El primer claxon mecánico estaba fijado a la carrocería y sonaba a causa de los gases del escape de la combustión del motor. En 1914, en Alemania, Robert Bosch presentó la patente de la primera bocina eléctrica de coche que saldría al mercado en 1921. Por otro lado, Miller Reese Hutchison, inventor estadounidense que fue ingeniero jefe de Thomas Edison, patentó su propia bocina eléctrica en 1908 y más tarde se convirtió en el modelo que se instauró en los vehículos de General Motors.

 

Hay que destacar que el nombre de claxon proviene de la empresa inglesa Klaxon Signals Ltd., del griego que significa “grito”, que comercializaba una bocina electromecánica para cualquier tipo de transporte, incluido los automóviles.

 

*Bobina cilíndrica de hilo conductor arrollado de manera que la corriente eléctrica produzca un intenso campo magnético (RAE).

 

Fuente: elpais.com